Hoy quiero rescatar del olvido una tradición que se escapa ya de la memoria de los sanjuañegos, pues por la edad, muy pocos la recuerdan o la han vivido, algunos familiares míos me la describieron, pero he considerado transcribir lo que contaba el día 11 de junio de 1998, Nilo Alonso Redondo vecino de Navalmoral de la Sierra en el Diario de Ávila. Cuento para ello con su permiso y desde aquí va mi mayor gratitud, pues mi deseo, es el suyo, de difundirla para que conste en el recuerdo de todos, por los valores de amistad, respeto y saber divertirse, que se transmitieron mientras existió.
Quiero también decir antes de nada, que siempre San Juan de la Nava y Navalmoral de la Sierra han mantenido una buenas relaciones de vecindad, que han perdurado de padres a hijos durante muchas generaciones, ese talante llevó a dilatar en el tiempo esas relaciones que quedan latentes en las «LUCHAS CON LOS SANJUAÑEGOS» como describe Nilo Alonso. Fue alcalde de su pueblo, gran amante y conocedor de su tierra, como también explica en su libro » Memorias de un hombre vulgar». Gracias de nuevo.
Leed y reflexionad, lo que sigue es una bella página de los hombres y mujeres de dos pequeños y a la vez grandes pueblos….. Navalmoral de la Sierra y San Juan de la Nava…
-¿Qué significaba eso de lucha con los sanjuañegos?, preguntaban a Nilo Sánchez.
Quiero dar fe con lindes y arrabales de lo que fue aquel arraigado y luego malogrado deporte al que ninguno de los muchos que se practican hoy en España superaría en su calidad de original, honrado, amistoso, decoroso, decano y un sin fin de etc, etc, todo ello dentro de una línea positiva.
San Juan de la Nava y Navalmoral de la Sierra son dos pueblos abulenses lindantes, situados en el Valle del Alberche a la caída de la Sierra de la Paramera, los cuales practicaron siempre en buena parte la religión católica, el primero tiene como patrona a la Virgen del Rosario que celebra el primer domingo de octubre y Navalmoral, aunque su patrón es San Antonio de Padua siempre vino venerando con fervor a nuestra Sra. la Alcaldesa Vieja que festejaba el 8 de septiembre con misa solemne y procesión, con subasta de banzos y las típicas roscas de la Virgen, peregrinaciones al Cubillo, etc., cuyo festejo aun sin saber por qué, ha pasado luego al 15 de agosto como fiesta de verano.
La colaboración entre los dos pueblos lindantes para conmemorar y honrar mutuamente sus respectivas imágenes, consistía principalmente en una lucha amistosa entre las juventudes masculinas de ambos pueblos, de tal forma que el día 8 de septiembre todos los años, cosa que venía practicando desde tiempo inmemorial a primera hora de la mañana, tenía lugar el desplazamiento de todos los mozos sanjuañegos a Navalmoral de la Sierra cuyo rango les haría acreedores luego de que esto se repitiera el primer domingo de octubre en sentido contrario o sea de Navalmoral a San Juan de la Nava, cuyos compromisos jamás fueron quebrantados por ninguno de los pueblos.
Estos desplazamientos de 30 a 40 mozos solían ir acompañados de un grupo de hombres casados quienes con el mayor respeto, presentarían la lucha. Al mismo tiempo formaban arbitraje con otros tantos hombres de la misma cabida del pueblo donde se practicaba la lucha ( Navalmoral en este caso).-¿En qué consistía la verdadera lucha?
El grupo de hombres desplazados era recibido con saludos y aplausos ya en el pueblo de lucha, acto seguido en el lugar de la Eras Chicas en Navalmoral o en el sitio de la Ermita, ( Eras del Llano), en San Juan de la Nava, se daría cuenta del grupo de luchadores donde no participaría ningún casado. Allí se marcaría en el suelo un círculo de 5 a 6 metros de diámetro, al cual no pasarían nunca los espectadores y en su centro aparecía el primer desafiante del pueblo ajeno y acto seguido lo haría el primer contrincante del pueblo presente y a la voz de «Corro» que pronunciaría en voz alta un árbitro, los dos contrincantes se chocarían la mano y ese sería el primer signo de combate. Sólo estaría prohibido agarrar del pelo o de las partes genitales. El triunfo consistía en derribar al adversario, hasta conseguir que éste pegara en el suelo con alguna parte de su cuerpo.
Dicha victoria la completarían dos porrazos, de forma que si en principio había empate a uno, sería necesario un tercer «luche» para desempatar. Cuando esto tuviera lugar, el que era dos veces derribado, se daría por vencido y el vencedor quedaría de pie derecho en el corro, esperando al sustituto del derribado que sería naturalmente de ese mismo grupo. El grupo del vencido había observado la forma de luchar del vencedor, que permanecería de pie en el corro, lleno de euforia, estos veteranos echarán al corro ahora un mozo que sepa de las «maturrangas» usadas por el vencedor, si aciertan al vencedor se le acabaría el orgullo y sería derribado por el nuevo contrincante, pero si no aciertan, aquel seguirá desafiante. Si este triunfador usara de la habilidad y la astucia, la dirección del grupo de estos derribados vería la forma de echar al corro ahora un mocetón de los de 90 a 100 kgs., que siempre había en reserva para estos fines, que se aferraría, procurando cansar al artista y cuando se le viera fatigado, el gordo se cargaría con su tonelaje encima del débil y por su propio peso le aplastaría hasta ver sus rodillas en el suelo, pero tampoco era improbable que el artista fuera uno de estos «cuadradetes» enérgico y valiente que consiguiera meterse buceando debajo del grandullón y abrazándose a una de las piernas de aquel » Goliat», cosa que en esta lucha no está prohibido, lograr subírsele al hombro y arrojarle por la espalda como quien se desprende de un costal de patatas. El costalazo era inevitable, si el que le iba a sufrir no daba pronto la voz de ¡ me doy!, signo de rendición ante el cuál, el arrogante » David» le ayudaría a descender de la peligrosa postura, recibiendo ambos el mayor aplauso del público.
Al cabo de un par de horas de encarnizada pelea uno de los dos grupos se queda sin mozos para luchar y al que esto le ocurriera sería el perdedor hasta el año siguiente, que procuraría resarcirse de la derrota.
-¿Y cómo transcurría aquello?. ¿No había nunca garrotazos entre los pueblos?
Nunca hubo peleas entre los asistentes una vez concluida la lucha, pues si hubieran existido no habría arraigado tanto aquel cívico y elegante deporte.
-¿ Y lesionados?.
Eso sí, de vez en cuando surgía algún coscorrón o descalabradura incluso algún brazo entablillado, además en San Juan de la Nava siempre hubo algún famoso curandero que se encargaba de corregir con éxito estos desarreglos.
Después de la amigable paliza se irían todos a la taberna de tío Máximo, abuelo materno de mi esposa o bien luego mas tarde a la de tío Moreno a comer carne a la parrilla, rematando aquello como siempre, con el baile del tamboril o del organillo, donde colaboraban también las mozas. Después, unos saboreando los triunfos y otros admitiendo resignados las derrotas, ensayarán, cada uno en sus pueblos internamente entre amigos, incluso entre hermanos, preparándose para el año siguiente.
-¿ Por qué desapareció?. -¿ Por qué dejaron de celebrarse las luchas?.
Corrían entonces los años de la II República Española (1931-1936). Una noche se presentó aquí una compañía de teatro, representando un drama que contenía los fusilamientos de aquellos tenientes de artillería ejecutados en Jaca, llamados Galán y García, como ocurría siempre, a la salida de los distintos mítines de aquella época, los comentarios degeneraban siempre en discusiones acaloradas y aquí en Navalmoral era alcalde un vecino llamado Lorenzo Redondo Martín, antiguo luchador, al cual corresponde a mi ensalzar y a su hermano Auspicio, por ser hermano de mi madre, en honor a la verdad, he de decir que era un hombre con cierta psicología y mucha intuición. Y un buen día, 8 de septiembre, ya pisando los umbrales de nuestra Guerra Civil, salió al sitio de las Eras Chicas, el lugar de la lucha, con el bastón en mano y recibió a los sanjuañegos con las siguientes palabras: ¡Muchachos!,¡ lo siento mucho!, pero se acabó la lucha… y la lucha, se acabó.
-Muchas gracias, Nilo…
Cabe recordar a Santos Jiménez (Guame), Celedonio del Cid ( Capirujo) y Tomás Navas ( El Cojo)…, luchadores de San Juan de la Nava, que colaboraron entre otros muchos jóvenes sanjuañegos a dar contenido a esas luchas…
Recordad de una manera partidista aquella pregunta:
¿Quién ha podío?… Vicente Meneses, como todos los años…, o aquella canción repetida una y otra vez entonada por los mozos, de vuelta de Navalmoral, aun con resultado desigual…
…Ya venimos de la lucha,
ya venimos de luchar,
hemos podido nosotros,
a los de Navalmoral…
…Aquellas peleas nobles y lúdicas que unían a los dos pueblos, se trocaron por los malos vientos políticos y sociales, gestados en otros lugares, en tiempos de guerra, de luchas fratricidas, de venganzas y odios, generalizados en la Guerra Civil… Tras la paz, no se volvieron a repetir aquellas luchas, pero quedaron lazos de amistad, los que siempre habían existido y aun perduran.
Amigos míos, son gratos recuerdos que dicen mucho de los pueblos, no los olvidéis, nos harán mejores personas, que en el fondo, es de lo que se trata…
Saludos. Juan García Yuste
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© Juan García Yuste. 2006