Cuando hay un cierto interés por las cosas, ocurre, que en vez de mirar sin más, lo que hacemos es ver…, ver y encontrar en nuestro entorno, datos, detalles, que por simples o cotidianos no los prestamos atención. San Juan de la Nava, nuestro pueblo, tiene su pequeña historia como en otros momentos he citado, pero es necesario sacarla del olvido o destacarla para que no se olvide, pues los años que pasan, son como arenas batidas por el viento, erosionando nuestros recuerdos, perdiendo con ello la transmisión oral de sanjuaniegos, que pueden darnos datos y señales de esa sencilla historia que podemos conocer y puede perderse con facilidad.
Hoy reclama nuestra atención las inscripciones y símbolos que hay en nuestras piedras, tanto en las fachadas de las casas, como en piedras encontradas en diversos lugares alrededor del pueblo, realizadas en diferentes fechas del pasado. Sin duda, unido a un marcado análisis de interpretación de la mentalidad de los antiguos moradores de San Juan de la Nava, se intuye un afán comunicativo, de difundir determinados mensajes inscriptos sobre la dura superficie del granito.
Las motivaciones en la realización de esas inscripciones o señales son diversas pero podemos destacar algunas posibles. El gusto popular por las inscripciones de fachadas, es de una larga tradición, que enlaza con la cultura romana y visigótica.
La voluntad de hacer pública, la proclamación de la fe parece evidente. Como también el deseo de conciliar los favores divinos sobre la casa signada o también parajes signados. Para proteger la vivienda de los malos espíritus, disponían los romanos de los “lares”, dioses especializados en esa tarea de salvaguarda doméstica. De idéntica forma los cristianos se acogen a símbolos de su religión, para mantener a salvo de influencias negativas su casa y su familia. Cuando son el resultado de alguna promesa se denominan votivas. Estas inscripciones, a veces oraciones protectoras…, se encuentran sobre todo en dinteles y algunas jambas, concentradas principalmente en los primeros números de la calle La Cañada:
Otras inscripciones, son simples fechas o el nombre de los dueños: También en la calle La Cañada o en la calle Ntra Sra de Sonsoles 138.
Como hemos dicho, la exteriorización de las creencias cristianas de sus primitivos moradores, encontró un precioso y duradero cauce de expresión en los sillares de la fachada principal.
Casi siempre en un sentido o en otro, está el culto hacia lo espiritual, hacia lo sutil y pensando en lo imperecedero de los mensajes, aunque todo tiene sus límites.
Algunos será necesario rescatarlos de la desaparición como el: “ Se izo el año DE 1774” del brocal del cubo del molino de Tio Elías, allá en La Garganta, donde ya sólo, el tacto de un dedo, al pasarlo por sus hendiduras, hace reconocer las letras y números citados.
Buscando también en el entorno del pueblo con un objetivo interesado, para destacarlo, dejar constancia y por ser del conocimiento de muchos vecinos(*), describiremos ahora otro recorrido por las piedras signadas sanjuaniegas.
Veamos:
En la vereda del Veneruelo, a unos 1.210 metros de altitud, antes de llegar a una piedra donde hay una oquedad llamada la Bolsa del Moro, (lugar donde dice la leyenda popular escondía el “moro” sus cosas…, un pequeño escondrijo), se encuentra una piedra, (también haciendo debajo un pequeño hueco) que contiene una inscripción, es una cruz de líneas sencillas, rehundidas someramente, elevada sobre un semicírculo que puede representar el monte Gólgota, debajo de ella hay unas letras cuyo significado se desconoce. Tal vez, también pudiera ser una vez más un signo protector…(**) .
Haciendo camino por lo más elevado del pueblo, ya en la Lancha Mala (1.260 m.), se encuentra primero una piedra, en el borde, con una cruz muy desgastada y continuando unos pocos metros hacia arriba, se puede ver otra piedra con seis cruces y una fecha: AÑO DE 1818.
Camino del Llano de la Horca, donde, como se sabe estaba la horca que formaba parte de los símbolos del pueblo, en su designación como villa, junto a la picota (Bola del Rollo), etc…, una vez superado ese espacio se llega a la zona de la Mazorra, bajando ya al paraje de Santa Yusta, desde el que se domina parte del recorrido agreste de La Garganta, la zona de enterramientos y la Pila «de sacrificios», está el Canto de las Cruces, son un aglomerado de al menos tres piedras en las que se distinguen numerosas cruces, ¿ qué significado tienen tantas cruces?…, desde un hito-señal de límites de terrenos, hasta símbolos protectores…,como pudieron ser los verracos vettones, en otros momentos de la historia…; la imaginación vuela y se quiere encontrar un lugar “mágico” por lo cercano a Santa Yusta, cristianizando el lugar, una vez más. Hasta aquí este recorrido ( no exhaustivo, ni definitivo), por esos lugares sanjuaniegos “viendo” detalles que no es conveniente que se pierdan, pues son peculiaridades, que junto a otros datos tratados con anterioridad y tal vez otros nuevos, dan y darán forma a nuestro sentimiento por el pueblo. Un abrazo para todos, Juan García Yuste
Notas:
(*) Destacar el estimable conocimiento y la colaboración de Pedro Yuste Pascual.
(**) DE APUNTES ARQUEOLÓGICOS:
Desde remotos tiempos acostumbraron los cristianos a colocar el signo santo de nuestra redención en las cercanías de las poblaciones, a su entrada, en encrucijadas y plazas y aun a veces, en medio de solitarios campos. Esa piadosa costumbre era una noble profesión de fé; una confesión expresiva que a todas horas pregonaba lo que se creía y adora.